Una pasarela divide Argentina de Paraguay. En el aire flota el guaraní y el castellano.
La gente corre alborotada traficando de todo. En medio de ese ritmo vertiginoso, conocí a Ángel, a sus nueve años. Al escucharlo hablar me emocionó tanto que prometí volver a verlo. Un año después regresé y comenzamos a hacer una película juntos. Después de diez años, el paso de la niñez a la adolescencia se mueve en estas imágenes entre preguntas, ausencias y una potencia única de vivir y resistir contra todo.