Mélodi vuelve a su provincia con el encargo de escribir su segundo libro. El primero, referido a homicidios de la zona sin resolver, fue un éxito de mercado y todavía busca rearmarse después de tanta exposición. Lo cierto es que, tras esa experiencia en el mainstream editorial, su inquietud por los casos policiales dejó de hacer sentido en su fuero personal, y desde entonces solo ha podido escribir algunos poemas, algo que en principio no tiene valor comercial. Está en crisis y presionada por un contrato millonario a sus espaldas.
Pero un caso despierta su interés: dos jóvenes que desaparecieron hace bastante tiempo sin dejar rastro en la zona de las islas del Paraná. La lancha que usaban para llevar turistas apareció navegando sola río abajo con todas sus pertenencias intactas y sin indicios de que alguien se hubiera subido a la embarcación. Las pistas son erráticas pero las distintas versiones del mito persisten entre los habitantes de la costa. Algunas hablan de una historia de amor secreto, y han llegado incluso a componer canciones al respecto. Otras mencionan una leyenda que explicaría, al menos simbólicamente, la desaparición de chamameceros que cada cierto tiempo el río se lleva hacia la profundidad. También circulan versiones que lo vinculan a abducciones extraterrestres, debido a la gran influencia que este tipo de fenómenos tiene en la zona. Otros dicen que están vivos en el monte, aunque no se explican por qué. Mélodi va dejándose guiar intuitivamente por señales, sobre todo musicales, junto a Joaquín, un joven remisero apasionado por los autos y la velocidad.